Los Sánchez Arjona/Capítulo I

De Familia Sanchez Arjona
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Los orígenes. La primera referencia documen­tal. Jerez de los Caballe­ros. La vida de una fami­lia noble en el siglo XVI. Los Sánchez Arjona en Jerez de los Caballeros. La formación de los ape­llidos en el siglo XVI. La primoge­nitura. ­

Difícil es establecer el origen de una fami­lia con anterioridad al siglo XVI y máxime si su escasa relev­ancia social ha dejado pocas huellas en la documen­tación coetánea. Sólo las grandes familias señoriales, protagonistas de los hechos históricos, dueñas de vas­tas posesiones y merece­doras por tanto de la atención de cronistas y no­tarios, pueden ver remontadas docum­entalmente sus generaciones más allá de la aparición de los re­gistros parroquiales en la segun­da mitad del siglo XVI.


Los Sánchez Arjona, que en esta obra vamos a es­tudiar, son una de tantas familias hidalgas del norte, pasadas a la conquista de Andalucía y que, peldaño a peldaño a lo largo de varios siglos, han llegado a al­canzar la primera posición económica y social en la Ex­tremadura de los siglos XVIII y XIX. Co­mo perteneciente, por tanto, a esta clase de los hidalgos, nada nos per­mite la posibilidad de conocer la ascendencia de este linaje durante los tiempos medie­vales, y sólo las meras hipótesis o la pura fantasía, de la que es nuestro pr­opó­sito huir en todo momento, nos podrían permitir el ha­cerlo posible.


El origen de esta familia presenta además una dif­icultad supletoria, pues, así como la mayoría de los apellidos de carácter toponímico estableci­dos en el sur, nos indican por sí mismos su lugar de origen en el norte, aunque ignoremos las gene­raciones transcur­ridas desde su primitivo afinca­miento, no ocurre así con el que tratamos, por ser un apellido cuya adopción se produce en el mismo lugar de su asentamiento defi­nitivo.


Así por ejemplo, cuando nos encontramos en la Ex­tremadura del siglo XVI con las familias Liaño, Velasco, Tordoya o Bazán, sabemos, aunque no ten­gamos datos documentales, que su origen respectivo es la Montaña, Castilla la Vieja, Galicia o Nava­rra y que podemos, au­nque hipotéticamente, rela­cionar­las con otras familias de sus mismos apelli­dos, máxime si poseyeron las mis­mas armas.


En el caso de los Sánchez Arjona, en cambio, es imposible esta operación, pues la utilización de un topónimo andaluz nos circunscribe esta posi­bilidad a no más allá del siglo XIII, cuando la reconquista a los moros de esta ciudad, y nos im­posibilita el conocimiento de un más remoto origen que al menos nos indicaría la raíz regional de este linaje.


Sancho es nombre latino vasconizado, cuya etimología, al parecer, es Sanc­tus, en castellano Santo, y que tiene su origen entre los vascones de Navarra durante la alta Edad Media, pasando des­pués a toda la península y alcanzando una gran difusión por toda la zona occidental desde el es­tableci­miento de la dinastía navarra en Castilla. Hoy es usado rara vez como nombre de pila, pero fue sin embargo uno de los nombres más comunes de nuestra Edad Media, lo que se evidencia por la abundancia del patronímico derivado de él: Sánchez en Castilla y León; Sanches en Portugal; Sanchis en Levante, y asimismo con muchos otros derivados como Sáenz, Sanz, Sáez, Sáinz, etc.


Conociendo estos datos, lo más que nos permi­te la seriedad histórica es imagi­nar a un Sancho, vecino de Arjona en el siglo XIV, posiblemente descen­diente de la hueste conquistado­ra, cuyo hijo o nieto fulano Sánchez, fue llama­do el de Arjona al abandonar esta población. El recuerdo de este origen y la finalidad de diferenciar a este Sán­chez y a sus descendientes de los demás, hizo con­vertir en apellido hereditario lo que en principio no era más que un simple apodo o referencia. Este y no otro, es el origen de la mayoría de los ape­llidos castellanos[1].




LA PRIMERA REFERENCIA DOCUMENTAL

El 15 de diciembre de 1427, en la villa de Andújar, doña María de Orozco, mujer de Pedro Ló­pez Dávalos -uno de los hijos del Condestable don Ruy López Dávalos, Conde de Ribadeo- realiza una transacción territorial con su hermana doña Cata­lina de Figueroa, mujer del Marqués de Santillana, el famoso poeta, por la que se permutan unas tie­rras en sus lugares de Tamajón y Manzaneque. En dicha transacción, realizada ante el escribano del Rey, Ruy Pérez de Molina, se cita como testigos "que a ello fueron presentes llamados y rogados que son Gómez Fernández de Párraga y Alfón Sán­chez, notario del Rey, y Marcos Sánchez de Arjona, e Pedro, homme del dicho Gómez Fernán­dez, vecinos de Andújar"[2].


Si bien es verdad que nada asegura el paren­tesco de este primer Sán­chez de Arjona con los que luego aparecerán en Jerez de los Caballeros, la coincidencia de apellido y el hecho de figurar confirmando un documento de la familia Figueroa-Orozco, que cuarenta años más tarde recibiría de Enrique IV el condado de Feria en Extremadura, nos abre la hipótesis de dar por muy proba­ble este parentesco e incluso imaginar el motivo del asen­tamiento de los Sán­chez Arjona en Extremadura.


En efecto, los grandes señores medievales, y los Figueroa lo eran, solían vivir rodeados de una auténtica corte de parien­tes y criados distingui­dos que les seguían y que era lo que constituía su fuerza en los tiempos antiguos y su ruina en los modernos. Escribanos, escuderos, caballerizos, pajes, clérigos y dueñas componían el mundo de los deudos y vasallos tan magis­tralmente retratados por Cervantes al hablar de la estancia de don Qui­jote en el palacio de los Duques. Ellos les se­guían a todas partes, cuidaban de la administra­ción de sus tierras y testificaban sus documentos, y, aunque eran en su mayor parte hidalgos y libres de permanecer o no al servicio de sus señores, la falta de otros horizontes les obligaba muchas ve­ces a mante­nerse durante generaciones al amparo de aque­llas poderosas fami­lias.


No sería por tanto extraño que al servicio de un Conde de Feria, pasaran los Sánchez Arjona a Extremadura. Poseía este señor numerosas tierras en esta región y, principalmente, la villa de Za­fra con su magnífico palacio, la de Feria, con su castillo, y las de Villalba, La Parra y Nogales con sus fortale­zas y lugares.




OTRAS NOTICIAS

Un origen menos histórico es el que nos tran­smite la tradi­ción familiar. En una certificación de armas expedida a fines del siglo XVII y cuyo original desconocemos[3], se afirma que:


"En el tiempo que el rey don Alfonso el nove­no de León, que fue por los años 1230 poco más o menos, bajó con sus huestes a la conquista de Ex­tremadura, auxiliado por su hijo el Rey don Fer­nando de Castilla, que a la sazón se hallaba en las fronteras de Úbeda y Baeza y quien en perso­na vino a asistir a su padre en esta guerra en cuya ocasión ganaron la villa de Cáceres, con no peque­ña dificultad, pasando a poner sitio a la de Méri­da, en donde se dio aque­lla insigne batalla, ven­ciendo con ayuda del Apóstol San­tiago al Rey Abén Hasuf, con tan notable mortan­dad de moros que to­dos los pueblos y lugares de Extremadura se rin­dieron al ejército cristiano, atemorizados de aquel destrozo. Desde este tiempo se cree quedó en la ciudad de Jerez de los Caballeros uno con el apellido de Sánchez de Arjona, cuyo nombre propio por la mucha antigüedad se ignora, en donde se ha conservado esparciéndose en muchos lugares y en los más nobles caballeros de aquella ciudad de donde pasa­ron a Fregenal, siendo el primero Ruy Sánchez Arjona[4]".


Esto es todo lo que por entonces se sabía del origen fami­liar. Sorpren­de por tanto que años después, en 1757, al hacer las pruebas de nobleza para el ingreso en la Real Compañía de Guardiasma­rinas de don García Sánchez Arjona[5], todo Fregenal de la Sierra supiera que:


"El pretendiente fue descendiente de Albaro Sanchez de Arjona, prime­ro que vino a la expresada ciudad de Xerez de los Caballeros, en tiempo del Rey don Fernando el cuar­to, comboyando a los in­fantes que allí residieron, lo que sabe el testigo por haber visto las filiacio­nes y ejecuto­rias de nobleza antiguas de esta familia, así por la fami­lia de los Condes de Canille­ros que descienden de ella, como la de los Liaño de Fuentes de Leó­n, pues por el apellido Sanchez de Arjona, que es el de su varonía, tiene el origen que deja ex­presado, siendo quando vino a Xerez el dicho Alba­ro Sanchez de Arjona, uno de los Grandes del Rey­no, y lo mis­mo Juan Bernaldo de Quirós, autor de la casa de su apellido y de los ricoshombres del tiempo del Rey don Juan".


Y esto lo sabían los testigos, unos: "por ser tradición común en esta villa y demás de su comarca", y otros: "por haber leído algunos instrumentos que lo ex­presan y haberlo oydo así a sus mayores".


Estas informaciones que carecen de valor, a no ser que pudiéramos conocer "los instrumentos que lo expresan", estaban basadas, según mi opi­nión, en la ejecutoria de nobleza consegui­da en la Chancillería de Granada por Álvaro Sánchez de Ar­jona en 1568 y, siendo nieto de otro Álvar Sánchez de Arjona, sirvió este nombre para bautizar al más antiguo antepasado del linaje.


En cuanto a la noticia de los infantes a los que este per­sonaje comboya­ba nos parece una refe­rencia demasiado tardía para estar basada en una tradi­ción familiar, siendo así que las eje­cutorias más antiguas no la mencionan.


Por otra parte, es una forma de explicar el asenta­miento de los Sánchez Arjona en Jerez de forma más relevan­te que la que creemos más proba­ble, según la hipótesis antes expuesta.




JEREZ DE LOS CABALLEROS

Jerez había sido reedificada por el Rey San Fernando en 1232 y pobla­da por gente de Galicia. En principio se llamó Jerez de Badajoz por su pro­ximidad a esta ciudad, y el mismo soberano la en­tregó a la Orden del Temple, por lo que pronto fue conocida por Jerez de los Caballeros.


Extinguida la Orden del Temple, pasó la villa a la Corona y fue Enri­que II quien la cedió a la Orden de San­tiago en 1375. La posesión de la ciu­dad por dicha Orden fue motivo para el avecinda­miento en ella de numerosas familias nobles, lo que produjo un engrandecimiento considerable que le hizo duplicar su importancia. El último cuarto del siglo XV y el siglo XVI pueden ser considera­dos como una auténti­ca Edad de Oro para esta ciu­dad.


Era Jerez una localidad populosa en la que convivían cris­tianos, moros y judíos y un respeta­ble número de escla­vos ne­gros. Estaba rodeada de un amplísimo término munici­pal, con dos aldeas dependientes, Valle de Santa Ana y Valle de Mata­moros, y varios señoríos jurisdicciona­les como Confrentes, La Granja, La Torre y mayorazgo de las Sirga­das, La Margarita etc. Todo ello con una nu­merosa población rural rica y próspera. Dentro del casco urbano existía un numerosí­simo estado noble, com­puesto en general por des­cendientes y familiares de comendadores y caba­lleros de la Orden de Santiago e incluso familias señoriales de gran importancia como los Silva, Bazán, Enríquez, Figueroa, Portocarrero y Saave­dra.


Durante los años iniciales del siglo XVI, aparte de las mencionadas, existían en Jerez otras muchas familias hidalgas entre las que podemos citar a los Porres de Logro­ño, Maraver, Tinoco Linero, Farfán de los Godos, Sana­bria, Moria­no, Lobo, Acosta, Melena, Busto, Alba, Campanón, Aya­la, Soto­mayor, Sirga­do, Soto, Quirós, Bolaños, Tapia, Vene­gas y Arjona.

El aumento de población que había sufrido Jerez a lo largo del siglo XV obligó al Emperador a otorgarle rango de ciudad en el año 1523. Este año, las Cortes de Valladolid, acordaron que todos los súbditos españoles pudiesen usar espada, con excepción de los moriscos y de los esclavos, lo que produjo ruidosas que­rellas en Jerez entre co­rregidor y regidores porque el primero se negaba a permitir el uso de aquellas armas.


El gobierno de la ciudad estaba en manos de un Corre­gidor, designado por la Corona entre los caballeros de la Orden de Santiago, y cuatro regi­dores, dos nobles y dos pecheros. Asimis­mo forma­ban parte del concejo los alcaldes ordinarios, uno por cada estado elegidos anualmente, el Alférez Mayor, el Fiel Eje­cutor, el Alguacil Mayor, el Mayordomo del Concejo, el Escribano del Cabildo y el Alcai­de del Castillo. Todos estos cargos debían ser desempeñados por nobles y eran elegidos anual­mente, excepto el Alférez Mayor, el Alcaide del Castillo y, hasta 1509, el Alguacil Mayor, que eran designados por el Corregidor en nombre de la Corona.


La vida municipal se fue deteriorando, de todos modos, y a mediados del siglo XVI, muchos de los cargos de regidor eran perpetuos, es decir, heredita­rios en las familias, lo que hacía que los dos regidores que solían ser nombra­dos para cono­cer los pleitos o las cuestiones de abastos eran siempre del estado noble, pues los electores eran ya nueve, siete de ellos regido­res perpe­tuos, y solamente dos por el estado llano. Esta políti­ca de la que "se subcedían muchos agravios", hizo protestar a los pecheros al Rey, quien obligó a que, pese al número de los regidores, siempre uno de los designados lo fuera del estado llano.


"Todo entonces en Jerez respiraba nobleza y caballe­ría. Sobre las muchas familias linajudas que en la población habita­ban, se destacaba la corporación munici­pal, cubierta de honores y distinciones que a toda hora se ha­llaba dispuesta a lucir. Ya fuera para celebrar glo­riosos hechos de armas, ya por el nacimiento de algún príncipe o en numerosas fiestas reli­giosas, lo cierto es que menudea­ban las solemnidades que daban ocasión a aquellos capitula­res para colocar­se en su lugar pree­minente, con sus maceros de gala, sus rondas y comitiva. Las citacio­nes para estas solemnidades habían de hacerse por medio de muy corte­ses y atildadas comunica­ciones, llenas de sendos tratamientos y etiquetas cuya infracción producía conflictos. Todos estos detalles llega­ron a imprimir carác­ter en la pobla­ción[6]".


Por todo lo expuesto, podemos imaginar que el dominio de la vida munici­pal era una de las ambi­ciones más enraiza­das entre aquellas familias, lo que produ­cía grandes renci­llas que muchas veces terminaban en sangre. No otra es la causa de las guerras de bandos que asolaron el Reino de Casti­lla durante la segunda mitad del siglo XV.


El ascenso social de familias más modestas, o el esta­bleci­miento en la ciudad de otras foraste­ras, provocaba a menudo ruidosos pleitos de hidal­guía, pues era costumbre del Concejo empadronar sistemáticamente como pecheros a los que no lo eran de notoriedad. A veces incluso, si se tenía poder suficiente para ello, se empadronaba a los enemigos políticos en el estado llano, pues, aun­que luego la Chanci­llería les devolviera a su es­tado mediante la correspon­diente ejecuto­ria, les hacían gastar sus caudales en un largo pleito y, lo que era más impor­tante, les mantenían alejados durante una buena temporada, a veces años, de los cargos del Concejo y de las decisiones municipa­les.




LA VIDA DE UNA FAMILIA NOBLE EN EL SIGLO XVI

La vida de una familia noble de tipo medio, se desen­volvía por aquellos tiempos dentro de una tónica general de auste­ridad y casi pobreza. Los testa­mentos de la época nos ha­blan de los escasos bienes a here­dar, entre los que muchas veces se encuen­tra la ropa usada. Asimismo, de estas últi­mas volunta­des se desprenden las dos grandes obse­siones del tes­tador: la salvación del alma, para la que se en­cargan innumerables sufragios y man­das piadosas, y el porvenir de su linaje a través de la institu­ción del mayorazgo. Por otra parte, los mismos testamentos y las informaciones testifica­les de la época nos ponen en evidencia que un gran número de hidalgos y la mayor parte de sus mujeres no sa­bían leer ni escribir.


La vida dependía entonces de la fertilidad de la tie­rra, y una mala cosecha podía hacer pasar hambre incluso a familias de posición acomodada. En este ambiente, en el que sólo el cuidado de los campos y la adminis­tración de la corta ha­cienda ocupaban a los miembros de la clase diri­gente, no había más distrac­ción que las solemni­dades religiosas. Es la época dorada de las cofra­días en las que los ciudadanos se agrupan según su posición social y compiten en las celebraciones y procesio­nes conmemorativas.


En este estrecho marco ciudadano, las fami­lias de abolengo no tienen otro norte que la ob­tención de una regi­duría perpetua, para vincular a su descenden­cia, o la mer­ced de un hábito de una de las Ordenes militares, o el conseguir una cédu­la real para poder fundar mayorazgo y así perpe­tuar por los siglos de los siglos, a través de condi­ciones muchas veces inhumanas, el lus­tre y buen nombre de su linaje.


La fundación de mayorazgo, verdadera fiebre del siglo, tenía por objeto el mantener unido un patrimonio, que en otras condiciones, a través de sucesi­vos repartos, habría condenado a la descen­dencia a un descenso en la categoría social. Para pro­teger esta perduración del linaje y para asegu­rar su manuten­ción, los testadores establecen todo tipo de cláusulas suceso­rias, que coartarán la libertad de sus herederos. Así, no sola­mente se prohibía a los suceso­res cualquier posible enaje­nación del patrimonio vinculado, sino que además se les imponía el uso de apellidos y armas y, mu­chas veces, las personas con las que habían de casar. Todo ello nos pone en evidencia la gran preocu­pación que aquellos hombres tenían por todo lo referente al linaje. Por ello, no es de extra­ñar que cualquier duda sobre la nobleza, limpieza de sangre o preeminencias de una familia, produje­ra rencillas enormes y turbulencias sin fin.


Esta institución de mayorazgo fue una de las causas princi­pales de la acumu­lación de la tierra y de la creación de las grandes fortunas agrarias de los siglos posteriores, así como de la extin­ción y emigración de una gran parte de la nobleza. En efecto, al heredar todo el patrimonio el hijo ma­yor, los hijos restan­tes se veían obligados a buscar fortu­na por otros medios. Los más afortu­nados tenían la solución de casar con la heredera de otro mayorazgo, y ésta es una de las causas más comunes de los cambios de vecindad de aquellos tiem­pos. Los que no lo conseguían, sólo tenían como alternativa la entrada en Religión, que per­mitiría en muchos casos disfrutar de una posi­ción holgada, o la más dura del servicio del Rey en sus ejérci­tos de Europa o Indias. Los que no adoptaban ninguna de estas soluciones se verían obligados a vivir de la caridad de sus hermanos, permaneciendo en el celibato, por la imposibilidad de man­tener una familia, o -solución más drástica- contraer ma­tri­monio con alguna hija de pechero rico que permitiera volver a dorar los blasones del menes­teroso hidal­go.


La mayor gloria que estos hombres tuvieron, sin embar­go, fue la de con­quis­tar y colonizar Amé­rica -Hernando de Soto y Vasco Núñez de Balboa fueron jerezanos- y que no dejaron de regar con su sangre ninguno de los cinco conti­nentes. Por ello no es de extrañar que, tras este siglo de oro, a fines del siglo XVII, Jerez era una ciudad pobre y esquilmada, sombra de lo que fue, cuyos principa­les linajes habían desaparecido, ya sea por la emigración, como los Arjona que estudiamos, o sim­plemente por extinción, como ocurrió con la mayo­ría de los linajes del siglo anterior.


Hemos de indicar como colofón, que no queda en Jerez de los Caballe­ros el menor rastro de los Arjonas, si hace­mos excepción de una lápida que se conser­va en la parroquia de San Bartolomé, en la que se puede leer "Enterra­miento de los capellanes de doña Catalina de Arjona", como explicare­mos en otro lugar, y el nom­bre de una parte de la dehesa de la Corte que, al menos en 1728, todavía se de­nominaba Corte de Arjona, para diferenciarla de las de la Berrona, la de los Vargas y la de los Lázaros, haciendo referencia lógica­mente a sus dueños.


La razón de no encontrar ninguna casa con el blasón de los Sánchez Arjona la encontramos en el expediente de la Orden de San Juan de don José Sánchez de Arjona y Briones, cuando dicen los in­formantes y los testigos que "las casas de los Arjonas en la calle Ecce Homo estaban arruinadas y que sus escudos se los habían llevado sus dueños a Frege­nal". En dicho año se conser­va­ban todavía sin embargo las armas de Sánchez Arjona en la parro­quia de San Bartolomé, donde estaba el enterra­miento de la fami­lia "junto al altar del Santo Cristo, del lado del evangelio, pegado al muro". Hoy sin embargo han desapa­recido tras las obras efectuadas en el pasado siglo.




LOS SÁNCHEZ ARJONA EN JEREZ DE LOS CABALLEROS

Durante todo el siglo XVI, aún antes de la existencia de las partidas sacra­mentales, tenemos numerosas referen­cias docu­mentales de los Sánchez Arjona en Jerez de los Caballeros. Estas referen­cias nos plantean problemas, pues son incom­pletas y solamente de forma hipotética pode­mos emparentar a los perso­najes relacionados en ellas.


La primera, de 1512, es un acuerdo del conce­jo de Jerez por el que consta que en dicho año eran vecinos de la ciudad: RUY SÁNCHEZ DE ARJONA, HERNÁN SÁNCHEZ DE ARJONA Y JUAN DÍAZ DE ARJO­NA[7]. Un año más tarde, en 1513, sabemos que JUAN MARAVER, hijo de Alonso Maraver y de Elvira Sán­chez de Arjona, ob­tiene permiso para pasar a In­dias, y que en años sucesivos lo alcanzan: MEL­CHOR DE ARJONA en 1535, hijo de Juan Díaz de Arjona y de Isabel de Soto; GONZALO DE ARJO­NA en 1537, hijo de Ruy Sánchez de Arjo­na y de Catalina Álvarez de Rando­na; LUIS SÁN­CHEZ DE ARJONA en 1538, hijo de Fernán Sánchez de Arjona y de Juana de Soto; y FRANCISCO DE LIAÑO en 1540, hijo de Juan de Liaño y de Elvira Sánchez de Arjo­na[8].


En cuanto a informaciones más explícitas so­bre esta familia tenemos la que se realizó en 1562 en Jerez por RUY SÁNCHEZ DE ARJONA, vecino de Fre­genal, por la que acredita ser hijo de García Sán­chez de Arjona y de Isabel Vázquez y nieto de Ruy Sánchez de Arjona y de Mencía Gutiérrez[9]; la ejecuto­ria de nobleza conseguida en Grana­da en 1561 por FRAN­CISCO ME­LENA ARJONA, hijo de García Sánchez de Arjona y de Leonor de Tapia y nieto de Hernán Sánchez de Arjona y de Beatriz Vázquez Melena[10]. Asimismo el testa­mento de este mismo FRANCISCO MELENA por el que sabemos que era sobrino carnal de Melchor Sánchez de Arjona, Cata­lina Mele­na, María Díaz de Arjona, Fran­cisco Mele­na y Hernán Sánchez de Arjona, y hermano de Bea­triz Vázquez de Arjona, Catalina Gómez, Ruy Sán­chez de Arjona y Her­nán Sán­chez de Arjona[11].


En 1568, en la misma Chancillería de Granada, ÁLVAR SÁNCHEZ DE ARJONA y su hermano JUAN DE LIAÑO obtienen eje­cutoria de nobleza tras acreditar que son hijos de García Sánchez de Arjona y Ana de Liaño, y nietos de Álvar Sánchez de Arjona y de Mayor Sánchez. Con objeto de refor­zar sus preten­siones, ponen de mani­fiesto que son primos segun­dos de García Sánchez de Arjona, padre de Francis­co Melena, que había obtenido ejecutoria dos años antes[12].

Por último, en 1612, en una información tes­tifical realiza­da en Jerez a requerimiento de Lo­renzo de Sanabria y de don Pedro de Silva, para optar al disfrute de una capellanía fundada por Ruy Sánchez de Busto, se acredita que: Ruy Sánchez de Arjona y Fernán Sánchez de Arjona eran hermanos y casaron con dos her­manas, Mencía Gutiérrez y Beatriz Vázquez Melena, y que a su vez, Ruy Sán­chez de Arjona y Mencía Gutiérrez, fueron padres de Catalina Mele­na, mujer de Sancho Rodríguez Ti­noco, de Beatriz Vázquez de Arjona, mujer de Lo­renzo Bernaldo de Quirós, de Gar­cía Sánchez de Arjona y de María Díaz de Arjona, mujer de Vasco González Moriano[13].


Todos estos datos, a primera vista inconexos, nos permiten en principio establecer que existie­ron en Jerez tres ramas de la familia que estudia­mos: la primera la descendiente de Ruy Sán­chez de Arjona y Mencía Gutiérrez; la segunda la de su hermano Fernando Sánchez de Arjona y de su mujer Beatriz Vázquez; y la tercera la de Álvaro Sánchez de Arjona, tío carnal de los dos anteriores.




LA FORMACION DE LOS APELLIDOS EN EL SIGLO XVI

Antes de pasar a exponer los parentescos de todos estos personajes, vamos a intentar explicar las razones de adopción de los apellidos en la Extre­madura del siglo XVI, pues este sistema ono­mástico nos permitirá establecer las deduc­ciones precisas para la construcción de un árbol fami­liar coherente.

En principio el nombre del linaje lo adoptaba casi siempre el primogé­nito de la familia. El res­to de los varo­nes también, a no ser que se les hubiera impues­to un nombre de la familia materna, en cuyo caso, ya sea por razones de mayorazgo o no, adoptaban el apellido de la persona en cuyo honor se les había impuesto el nombre. Esta regla, que en los varones puede produ­cirse a veces, en las mujeres es casi la práctica constante, es de­cir, a las hijas de fami­lia se les imponía no sólo el nombre de pila de sus abuelas y tías, sino tam­bién su apellido


Añadamos a esto que el varón primogénito lle­vaba casi siem­pre el nombre de su abuelo paterno y que el segundo solía llevar el de su abuelo mater­no. Asimismo hay que hacer notar que en estos tie­mpos no se acostum­braba a adop­tar nombres capri­chosos, sino que todos los nombres impues­tos res­pondían a una herencia genealógica. Es decir, se trataba en esta especie de culto a los antepasa­dos, de perpetuar con ello la memoria de los mayo­res[14]. Adelan­tadas por tanto estas normas de compor­tamiento ono­mástico, observemos el árbol genealó­gico de los primiti­vos Arjo­nas del comienzo del siglo XVI:

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Observemos que en la familia que tratamos se cumplen a la perfección las normas descritas. Ig­noramos los nombres de los personajes designados con la letra "N", pero, al menos en el caso del desconocido padre de Ruy y Fernán Sánchez de Arjo­na, podemos suponer con gran probabilidad de acierto que se llamara García, pues así se llaman los hi­jos primogénitos de aquéllos. Tal vez pudiéramos identificar a este García Sánchez de Arjona con un García Sán­chez, de Jerez de Badajoz, que entre los años 1497 y 1503 figura sirviendo al Rey como ji­nete de caballo lige­ro, pero, aun­que esta identi­ficación pueda parecer posible, no deja de ser arriesgada, toda vez que no figura dicho perso­naje con la alcuña de Arjona[15].

A parecidas conclusiones podemos llegar si con­templamos los nombres de las mujeres de la misma familia:

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Vemos que las hijas mayores de Ruy y Fernán Sánchez de Arjona se llaman como su abuela mater­na, es decir Catalina Mele­na; otras dos como su tía y abuela -respectivamente- Beatriz Vázquez. Solamente el nombre de María Díaz queda sin justi­ficar. ¿Sería muy arriesgado suponer que ése era el nom­bre de su abue­la paterna, es decir, de la madre de Ruy y Fernán Sánchez de Arjona?

Siguiendo con esta regla, si sacamos la con­clusión de que García Sánchez Arjona y María Díaz son los padres de los Arjonas de la primera gene­ración -es decir- de Ruy y Fernán, podemos arries­gar otra hipótesis: que el Juan Díaz de Arjona que aparece junto a los dos citados en el acuerdo de 1512 fuera también su hermano, que se habría lla­mado como su abuelo materno, un Juan Díaz, padre de la hipotéti­ca María Díaz, y que en 1535 tenía un hijo llamado Melchor, nombre común a todas las ramas, como se comprueba por el siguien­te árbol:

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Por último, tal vez a estos tres hermanos habría que añadir un cuarto, otro Melchor Sánchez Arjona al que encon­tramos citado en los papeles corres­pon­dientes a la citada capellanía de Bea­triz Vázquez de Busto en Jerez de los Caballeros, como marido de Elvira de Villalobos, prima hermana de Mencía Gutiérrez y Bea­triz Vázquez, como vere­mos en el capítulo siguiente. Dicho ma­trimonio fundó la cape­llanía de Matasanos pero no llegó a alcan­zar descenden­cia.

LA PRIMOGENITURA

Difícil es establecer, con los datos que te­nemos, el orden de primogeni­tura que corresponde a las diversas ramas de la familia. De los tres herma­nos de la primera genera­ción, Ruy y Fernán Sánchez de Arjona y Juan Díaz de Arjona, parece claro no ser el mayor éste últi­mo, pues según nuestras deduc­ciones habría tomado su patronímico de su abuelo ma­terno, costumbre seguida por los hijos menores. En cuanto a los otros dos hermanos, Ruy y Fernán, nos re­sulta más difícil el decidir sobre cuál de los dos era el mayor.


En todos los documentos citados anteriormen­te, al hablar de los dos herma­nos, se menciona siempre a Ruy antes que a Fernán, lo cual parece indicar que aquél era el mayor de los dos. Así en el acuerdo de 1512 y en la información de 1612. Sin embargo por otras informaciones de testi­gos, como la ejecutoria de Francis­co Melena en 1561, sabemos que Fernán Sán­chez de Arjona debió de nacer hacia 1462, pues falleció de unos cin­cuenta años en 1512. Su hermano Ruy, que en 1538 era testigo para las pruebas de Santiago del Ade­lantado Hernando de Soto, dice tener unos sesenta años, por lo que habría nacido hacia 1478, y sería por tanto bastante más joven que su hermano Fer­nán. Sin embar­go hay que dudar siempre de las in­formaciones testificales en lo que hace referencia a las edades de los ante­pasados, porque continua­mente nos encontra­mos con contradiccio­nes eviden­tes. Otro indicio más seguro es la mayor importan­cia

de la rama de Fer­nán, que es la que permanece en Jerez, donde funda mayo­razgo, mientras que la de Ruy brujulea entre Badajoz y Villanue­va de Bar­carrota, hasta establecerse definitiva­mente en Frege­nal. Sin embargo, tampoco este argumento es definiti­vo, pues bien pudo la línea de Fernán con­traer matrimonios más ventajosos aún siendo menor.


Por todo lo expuesto podemos esbozar el siguiente árbol genealógico de la primera generación de los Arjonas:

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N. Sánchez Arjona (García) Sánchez de Arjona Álvar Sánchez de Arjona Elvira Sánchez de Arjona[16] casado con casado con casada con (María Díaz) Mayor Sánchez Alonso Maraver

Ruy Fernán Juan García Juan Maraver

Sánchez Sánchez Díaz de Sánchez pasajero a Indias

de Arjona de Arjona Arjona de Arjona en 1513

Expuestas así las dos primeras generaciones y, debiendo elegir un sistema para el desarro­llo de este estudio, vamos a seguir el si­guiente orden de exposición:

1º La descendencia de Ruy Sánchez de Arjona, que in­cluye toda la casa de Fregenal, con sus múl­tiples líneas. Ostenta su primogenitura el Mar­qués de Ferrera, aunque no su apellido, perdido en la primera mitad del siglo pasado.

2º La descendencia de Fernán Sánchez de Arjo­na, extin­guida pronto en su varonía y representada hoy por el Conde de la Torre de Mayoralgo.

3º La descendencia de Juan Díaz de Arjona, cuya suce­sión, mucho más modesta que las anterio­res, se pierde a fines del siglo XVII.

y 4º La descendencia de Álvar Sánchez de Arjo­na, tío carnal de los tres anteriores y progenitor de los Liaño Arjona, que tomaron este apellido pese a no perder la varo­nía hasta este mismo si­glo. Su primogenitura la osten­tan hoy, al parecer, los Béjar de Jerez de los Caballeros.




  1. .-Véase sobre este tema mi discurso de ingreso en la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, Génesis y evolución del apellido en España, Madrid 1991
  2. .-Véase, Luis de SALAZAR Y CASTRO, Historia Genealógica de la Casa de Haro, en "Archivo Docu­mental Español", tomo XV, Madrid 1959, pág. 431.
  3. .-Conocemos este texto por una copia moderna que obra en el archivo de Don Fernando Íñiguez Sánchez Arjona, sin indicación alguna sobre su fecha o procedencia. Es anterior a 1685, pues la certificación cita al I Conde de Canilleros como don Pedro de Porres, actual Corregidor de Granada, y sin citar su título nobiliario que se concedió en dicho año.
  4. .-Continúa la dicha certificación de este modo: "tuvo por hijos a Garci Sánchez Arjona familiar del Santo Oficio de la Inquisición y a Gonzalo Sánchez Arjona, que fundó mayorazgo en dicha villa de Fregenal de unas casas princi­pales en cuya puerta está el escudo de armas y en primer lugar las águilas negras en campo azul (sic), que son de las que siempre han gozado y usado los caballeros Sánchez Arjona de esta provincia de Extremadura, de unas partes de dehesas, de dos cortijos considerables cercados y la vara de Alguacil perpetuo de por Su Majestad de dicha villa, en cabeza de don Francisco Sánchez Arjona su sobrino, hijo de Garci Sánchez Arjona su hermano. Don Francisco Sánchez Arjona fue familiar del Santo Oficio y capitán de Infantería española en el principio del levantamiento de Portugal; tuvo por hijos a don Gonzalo, don García, don Francisco, doña Francisca y doña María. Don Gonzalo y don Francisco fueron capitanes de caballos corazas en los últimos años de la guerra con Portugal y, el dicho don Gonzalo, familiar del Santo Oficio de la Inquisición. Pasaron de Jerez mezclados con los Liaños a Burguillos, Zafra, Fuentes de León, Bienvenida y la Puebla de Sancho Pérez, en donde por haber muerto a don Gómez y don Bartolomé de Figueroa, don Álvaro Sánchez Arjona fue preso y degollado en la villa de Zafra -de orden del Señor don Juan de Austria, que asistía en dicha villa- hombre de singular valor, como lo mostró en su prisión y muerte. Gozan de este apellido don Pedro Ponce de León, señor de la Margarita, don Andrés Maraver, Señor de Torre Mejía, doña Leonor de Aguilar, Señora de Galisteo, Marquesa de Fuensaldaña y Condesa de Mon­tehermoso. En dicha ciudad de Jerez en la parroquial del señor San Bartolomé, doña Catalina Arjona labró una bóveda de entierro muy grande y capaz que coge desde el altar colateral del Santo Cristo hasta el poste del púlpito. Asimis­mo goza de este apellido don Pedro de Porres, actual Corregidor de Granada, capitán de caballos corazas del hábito de Santiago, y que ha sido corregidor de Ávila, Écija y Carmona y tiene dos hijos del hábito de San Juan y el primo­génito del de Alcántara".
  5. .-Expediente de don García Sánchez Arjona y Sánchez Arjona, número 1232 del catálogo de Válgo­ma y Finestrat.
  6. .-El presente párrafo, así como los datos de este capítulo están tomados de la obra de Zacarías MARTÍ­NEZ Y MARTÍNEZ, Historia de Jerez de los Ca­balleros, 1892.
  7. .-Ver MARTÍNEZ, Libro de Jerez, op. cit., pág. 400.
  8. .-Ver Cristóbal BERMÚDEZ PLATA, Catálogo de pasajeros a Indias.
  9. .-Véase expediente de pruebas para la orden de San Juan de Jerusalén de don José Sánchez Arjona y Briones, Archivo Histórico Nacional, Sección de Órdenes, expediente núm. 23582.
  10. .-Archivo de la Real Chancillería de Granada, ejecutoria de Francisco Melena Arjona, año 1562, signatura 303-490-4 y 303-498-1.
  11. .-Ver Archivo del Conde de Canilleros en Cáceres, Asuntos de Jerez, legajo I. Debemos estos datos, como tantos otros, a la amabilidad de José Miguel de Mayoralgo.
  12. .-Archivo de la Real Chancillería de Grana­da, ejecutoria de Álvar Sán­chez de Arjona y Juan de Liaño, 1568, signatura 301-46-2.
  13. .-Archivo de capellanías de la Parroquial de San Bartolomé de Jerez de los Caballeros, capella­nía de Beatriz Vázquez de Busto.
  14. .-Véase Génesis y evolución del apellido en España, op. cit. págs. 29 y ss.
  15. .-Ver Marie Claude GERBET, A la recherche des nobles d'Estremadure: 1454-1516, ediciones Hidalguía, Madrid 1987. En sus páginas 96 y 97 trae una lista de los caballe­ros extremeños que sirvieron al Rey en esos años.
  16. .-La fraternidad de Elvira con los anteriores se pone en evidencia, no solamente por razones cronológicas, sino porque en 1562 un Juan Maraver, en Fregenal, declara ser pariente en cuarto grado de Ruy Sánchez Arjona por vía de hembra.


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